Burnout digital: el fantasma de la hiperconexión
Burnout digital: el fantasma de la hiperconexión
Por Sandra Zuluaga R.
La generación millennial creció convencida de que, entre más ambiciosa y más productiva, alcanzaría más rápidamente las metas y expectativas que se autoimpuso desde la su tierna juventud. Muchos de ellos, sin embargo, han tenido que aprender a replantearse lo que significa ser productivos para poder tener éxito en un mundo que resultó muy diferente al que se imaginaron.
Hace unos días, un colega me contaba que siempre que se encontraba en una temporada muy estresante en el trabajo lo asaltaba el mismo sueño: después de varias semanas de asistir a la universidad, se daba cuenta de que había una materia que no sabía que tenía inscrita, así que hasta ahora nunca se había presentado a clase. ¿Por qué? No tenía idea. Simplemente se le había pasado entre las otras cosas que tenía que hacer: el trabajo de medio tiempo, los compromisos familiares, las otras tantas materias, tareas y exámenes.
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Tan ocupado estaba que nunca volvió a revisar su horario de clases y a nadie se le ocurrió recordarle… A unas cuantas semanas del fin del semestre, este colega se daba cuenta de que no podría graduarse y tendría que repetir la materia. Lo que más le preocupaba en el sueño, me decía, es que sabía que no tenía tiempo de estar un semestre o un año más en la universidad; por alguna razón que no podía explicar, sabía que se estaba quedando atrás en la vida, y no había manera de recuperarse.
Esta ansiedad es muy común entre la generación millennial, una que se ha esforzado mucho por superarse educativa y económicamente pero que no parece alcanzar la estabilidad financiera. Este continuo malestar provoca que los millennials sean una generación que siempre está alerta y, por lo tanto, estresada. Según la Organización Mundial de la Salud, el burnout es “un síndrome conceptualizado como resultado del estrés crónico en el lugar de trabajo que no se ha manejado con éxito”, y se caracteriza por tres dimensiones”:
- Sentimientos de agotamiento.
- Mayor distancia mental del trabajo o sentimientos de negativismo o cinismo relacionados con el trabajo.
- Una sensación de ineficacia y falta de realización.
Esta tercera dimensión es la que me recuerda al sueño de mi colega: no importa qué tanto se esforzó en resolver todos sus pendientes, los exámenes, las tareas, el trabajo de medio tiempo o las expectativas de sus familiares, al final uno de esos pendientes escapó a su atención y le terminó costando caro. Y parte de lo terrorífico de esta pesadilla es que mi colega nunca tuvo un respiro para poder darse cuenta de lo que le faltaba; siempre estaba ocupado lidiando con un pendiente más. ¿Suena familiar? El advenimiento del mundo digital ha traído consigo una hiperconexión que muchas veces no nos deja respirar: recibimos mensajes por Whatsapp, Telegram, Slack, Discord, email, y sus notificaciones aparecen a cualquier hora en los nuestros teléfonos inteligentes, que son aparatos de los que nunca nos separamos (y, cuando lo hacemos, sufrimos de ansiedad).
Hagamos un pequeño examen de conciencia digital:
- ¿Qué es lo primero que haces cuando te despiertas por la mañana? ¿Tomas tu celular? Según una encuesta realizada por Deloitte, el 61% de los usuarios mira su celular dentro de los primeros 5 minutos después de despertarse.
- ¿Qué es lo primero que haces cuando empiezas a trabajar? ¿Abres tu correo electrónico? Según datos que nos comparte Workana, una persona revisa su correo electrónico al menos… ¡77 veces al día!
- ¿Resistes la tentación de leer notificaciones o correos del trabajo fuera de tu horario laboral? Nos hemos acostumbrado tanto a ellas, que las notificaciones toman una parte importante de nuestro tiempo en el trabajo, volviéndonos menos productivos. Infobae comparte estos datos al respecto, donde menciona incluso que el 58% del tiempo de las personas que toman decisiones clave se les va realizando tareas triviales y repetitivas.
Y aunque hay empresas con culturas tóxicas que no respetan la horas laborales, que se aprovechan de la creciente cantidad de personas que trabajan a distancia y que se mantienen al alcance de un clic, también es un hecho que cuando nos vamos a descansar lo único que hacemos es cambiar una pantalla por otra: ya sea porque nos disponemos a ver una serie en Netflix, o porque pasamos las horas navegando en Instagram, Twitter, o el que yo diría es el más adictivo de todos, TikTok (para quien no lo haya probado aún, TikTok es considerado como la red social con el mejor algoritmo y, por tanto, la aplicación más adictiva hasta ahora).
Estamos todo el tiempo pegados a una pantalla, con los ojos cansados, la espalda contracturada, siendo sedentarios y privando a nuestro cerebro de un momento de calma, de un rato sin estímulos. A tal grado va esto que Reed Hastings, el CEO de Netflix, declaró hace poco que su mayor competidor no es Amazon, sino el sueño.
El exceso de estímulos y de notificaciones nos abruma. Además de que no estamos descansados, de que no tenemos la mente clara, este exceso de información que nos inunda (porque todo es urgente) se convierte en un alud imparable que nos rebasa, que nos desenfoca (cada vez es más complicado separar lo urgente de lo importante), y que inevitablemente nos hace sentir frustrados: estamos trabajando todo el tiempo, pero jamás nos sentimos satisfechos pues nunca cumplimos cabalmente con nada.
Justo como el sueño de mi colega.
¿Qué pueden hacer las empresas y los líderes de Recursos Humanos para compensar esta situación? Primero que nada, identificar el panorama al que se enfrentan. ¿Qué tan cansada está la empresa? Esto incluye, por supuesto, escuchar a los colaboradores de viva voz, entender su contexto específico. Posteriormente, es necesario empezar a poner límites saludables y hacer de la salud mental de cada colaborador una prioridad que se mida y se mejore como cualquier otra razón de negocio.
Este es un reto mayúsculo, pues por supuesto implica un cambio de cultura en un mundo donde se acepta que el cansancio es parte inevitable del éxito… pero, no nos engañemos, la situación no es sostenible. Tomemos el caso de los CEO o director general, por ejemplo. A pesar de ser una de las posiciones más privilegiadas del mundo, ser CEO también representa un riesgo para la salud. Según datos compartidos por la firma Kon Ferry y producidos por investigadores de la Oficina Nacional de Investigación Económica de los Estados Unidos, se descubrió que la vida útil promedio de los directores generales que lideran sus empresas a través de algo como una recesión disminuyó en 18 meses. Este dato es lamentable, pero no enteramente sorprendente. Todos hemos visto, por ejemplo, cómo los presidentes de diferentes repúblicas envejecen notablemente después de varios años a cargo de sus respectivos países. Ahora veamos al futuro: ¿qué tan resiliente puede ser una fuerza laboral que está cansada todos los días? La batalla contra el burnout se pelea en varios frentes, y todavía hay mucho por hacer. De cualquiera manera, esta noche empecemos por algo sencillo: dejemos el celular un poco más lejos de nuestro alcance, y vayamos a dormir un poco más temprano.
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ResponderEliminarLa salud mental infantil es el cimiento de futuras fortalezas. Cuidarla es cultivar jardines internos, sembrando resiliencia y confianza. En la infancia florecen los pilares que construirán mentes fuertes y corazones seguros.