La economía del cuidado, por una equidad global

La economía del cuidado, por una equidad global

por Sandra Zuluaga

 



¿A quién beneficia la disparidad de género? La realidad: a nadie. Las brechas de género son la consecuencia de un sistema insostenible, y la pandemia ha hecho de esta verdad algo imposible de disimular.

 

La pandemia ha puesto a prueba nuestro sistema global y capitalista, echando luz sobre las vergonzosas desigualdades estructurales que existen en todo el mundo. Hablamos no solo de una economía global que ha sido diseñada para fomentar la competencia en vez de la cooperación; del acaparamiento de las vacunas por parte de los países ricos, privilegiando a los ya privilegiados antes que a los más vulnerables; también debemos prestar atención a la preocupante brecha de género que la pandemia vino a agravar. Los efectos se han dejado sentir especialmente en economías pobres o emergentes, como es el caso de Latinoamérica.



No olvides leer mi artículo anterior: A-donde-nos-llevara-el-metaverso.html


 

Según el informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), titulado La autonomía económica de las mujeres en la recuperación sostenible y con igualdad, la pandemia generó “un retroceso de más de una década en los avances logrados en materia de participación laboral”. El Foro de Davos, por su parte, estimó que el tiempo para alcanzar la paridad de género en materia laboral ha pasado de 99 a 136 años.

 

El golpe se sintió inmediatamente, pues la CEPAL ya había reportado las siguientes estadísticas en 2020: 

 

      La tasa de participación laboral de las mujeres cayó a un 46% en 2020, siendo un 52% en 2019 (la de los hombres cayó de un 73.6% a un 69%).

      La tasa de desocupación de las mujeres llegó al 12%. 

 

La ONU, por su parte, reportó un aumento del 25% de denuncias de violencia de género a partir de la pandemia. Y, en junio de 2020, reveló datos que mostraban cómo las trabajadoras de la salud se enfermaban de covid incluso dos veces más que los hombres, mostrando datos de tres de los países más afectados por las primeras olas de 2020: 

 

      España, 74.5% infecciones en mujeres contra 25.5% en hombres.

      Italia: 69% infecciones en mujeres contra 31% en hombres.

      Estados Unidos: 73% infecciones en mujeres contra 27% hombres.

 

¿Qué sucedió? 

 

Muchas mujeres tuvieron que salir de la fuerza laboral para atender sus hogares (en otras palabras, dedicándose al trabajo no remunerado), y ya no regresaron. El encierro, sin embargo, aumentó los casos de violencia de género. Para las mujeres que mantuvieron sus trabajos, que tienen que ver principalmente con actividades de cuidado (como el aseo doméstico o la medicina), y que son forzosamente presenciales, hubo un mayor riesgo de infección, así como de desempleo. En palabras de la CEPAL: “Seis de cada diez mujeres en la región se encuentran ocupadas en sectores altamente afectados por la crisis, como el comercio, la manufactura, el turismo o el trabajo doméstico remunerado”. Para las mujeres que a nivel mundial pasaron a la modalidad de trabajo remoto, el estrés de combinar trabajo con actividades del hogar afectó su productividad. Esto aunado a que, según datos publicados por Linkedin el año pasado, la contratación de mujeres se desaceleró, pues las empresas preferían hombres para realizar contrataciones en puestos de mayor jerarquía.

 

¿Qué se puede hacer?

 

La solución no es sencilla, porque no es individual, sino estructural: requiere transformar nuestra cultura a través de políticas públicas que deben implementarse, sí o sí, a nivel mundial. Sin embargo, quizá ahora hay más probabilidades de lograr cerrar la brecha de equidad de género, pues la pandemia ha puesto en evidencia algo que ya es imposible ignorar: la posición vital que tienen las actividades de cuidado (incluido el valiosísimo trabajo no remunerado que se lleva a cabo en todos los hogares del mundo) para el funcionamiento de la sociedad y su economía. Es por eso que muchos expertos están proponiendo la idea de construir lo que se llama una “sociedad del cuidado”. 

 

3 puntos que nos llevarán a la sociedad del cuidado

 

La sociedad del cuidado es un esquema económico y social donde toda actividad productiva tiene como prioridad el cuidado de los demás y del medio ambiente, todo esto para construir sociedades equitativas y, por supuesto, sostenibles. Esto, contrario a un esquema extractivista y explotativo como lo es el capitalismo en el que vivimos. La sociedad del cuidado vela por el bienestar de los grupos más vulnerables, entre los que se encuentran las mujeres, quienes a su vez llevan a cabo las tareas esenciales que garantizan el funcionamiento de cualquier sociedad. Para empezar a construir una sociedad del cuidado que cierre la brecha de género, podemos empezar por estas actividades:

 

  1. Mayor visibilidad: Para poder establecer las políticas públicas necesarias, primero hay que dar visibilidad a las mujeres en las estadísticas. Así como la ONU reportó que las trabajadoras de la salud fueron más vulnerables a las infecciones por covid, así es necesario medir el impacto que diferentes factores tienen en las mujeres; de lo contrario estaremos dando palos de ciego. Esta visibilidad incluye cuantificar el valor del trabajo doméstico no remunerado, en términos del PIB, para entender la valiosa contribución de esta actividad a la economía.
  2. Modificación de las políticas públicas: Por ejemplo, enfocarse en impedir el desempleo en los sectores donde las mujeres tienen mayor presencia, así como trabajar en la redistribución de las cargas de trabajo doméstico, ya sea remunerado o no. Además, se requiere un mayor esfuerzo en evitar la violencia de género, así como en invertir en más servicios como centros de cuidado infantil, y los relacionados a la salud materna y la salud sexual.
  3. Ver más allá del dinero: La ganancia económica no debe ser la única manera de medir la productividad. “Además de considerar cuánto cuesta el cuidado en términos monetarios, la política pública debe plantearse cuánto les cuesta a las mujeres en términos de su propio bienestar y del recurso tiempo”, dice la asociación civil Equidad de Género.

 

Según datos de la CEPAL, el valor económico del trabajo no remunerado en 2020 en México fue equivalente al 27.6% del PIB. Como podemos ver, reducir la brecha género va más allá de lograr incrementos salariales o contar con mayores mujeres en industrias tradicionalmente dominadas por hombres. Requiere de una transformación estructural de toda la sociedad, donde las actividades de cuidado sean protegidas en vez de precarizadas, y donde la carga de esta responsabilidad sea redistribuida entre hombres y mujeres, pues si estas funcionan bien, crearán más oportunidades para todos los otros sectores e industrias, y para hombres y mujeres por igual. Este 8 de marzo nos conviene celebrar el camino andado, pero también es momento de reflexionar acerca de todo lo que hace falta y cómo podemos sumarnos para llegar ahí. 

 

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