Líderes mentalmente sanos, empresas mentalmente sanas

Líderes mentalmente sanos, empresas mentalmente sanas

por Sandra Zuluaga

 



La salud mental debe dejar de ser tabú para que se convierta en otro tema más que se discuta libremente en la empresa. De lo contrario, la organización entera lo resentirá.

Cuando se menciona la salud mental dentro de una empresa, se olvida fácilmente que refiere al todo que conforma la organización. Es decir, que lo que afecta de manera individual a cada uno de los colaboradores, en cualquiera de sus niveles, impacta de forma directa en lo colectivo. Si un equipo experimenta dolencias en la salud de sus integrantes, se irá contagiando hacia otros, amenazando áreas completas y, eventualmente, la empresa entera. 


No olvides leer mi artículo anterior:La-salud-mental-y-la-busqueda-del-equilibrio-entre-lo-laboral-y-lo-demas.html

 

Lo mismo puede ocurrir si las personas en puestos de liderazgo no lidian de manera adecuada con los temas de salud mental y emocional, ya sea la propia o la de los demás: los equipos se percatan de que algo no está bien, o ven cómo se altera la dinámica de trabajo, lo que los arrastra a un ambiente que hace daño en la gente que no tenía problemas hasta ese momento.

 

Por eso es importante que quienes son líderes, gerentes y profesionales de recursos humanos reconozcan que existe una urgencia en el entorno laboral: no es suficiente darle a sus trabajadores herramientas para realizar sus tareas y cumplir con las metas que plantean, sino también otorgar mecanismos que ayuden a mejorar lo mental y emocional. Y es urgente porque, con todo y que es un tema que se ha comenzado a tratar desde hace algunos años, un estudio demuestra que el 2020 ha sido un periodo particularmente estresante, con un impacto negativo en la salud mental de la gente que trabaja. A nivel global, el 70 por ciento de los que respondieron a la investigación de Oracle diciendo que sienten más ansiedad y estrés que nunca en sus vidas.

 

¿Qué toca hacer, entonces? Tomar cartas en el asunto, eso es claro, a pesar y a razón de que todavía hay mucho trabajo que hacer para que las leyes del país dediquen más fondos a instituciones y profesionales capaces de atender las necesidades de los trabajadores (ya existe una ley, ahora falta que se cumpla, que abra más posibilidades) cuando hay problemas a nivel de salud mental.

 

Quizá estas sugerencias ayuden a las personas en puestos de liderazgo a planear la estrategia que mayores beneficios traerá a su organización.

 

La salud mental empieza desde arriba

 

Quien ha viajado en avión, seguro ya sabe cómo son las indicaciones de lo que se debe hacer en caso de emergencia. Una de las más conocidas es la que explica cómo usar y activar las máscaras de oxígeno que caen frente a cada pasajero cuando hay despresurización en la cabina: si alguien viaja con un niño o persona que necesita ayuda para acomodarla correctamente, primero se debe hacer con la propia y luego con el acompañante. 

 

Tiene mucha lógica: si uno mismo no es capaz de mantenerse en buenas condiciones, ¿cómo lo hará con alguien más? Es la misma razón por la que se recomienda que las nuevas madres descansen tanto como sea posible y también aplica en este caso: quien está al frente de equipos, áreas o empresas deben procurar medidas para cuidar su salud mental. Es el primer paso, el más básico y el que definirá el protocolo que se seguirá frente a los casos de los colaboradores.

 

Si quienes están en este tipo de puestos saben y tienen buenas prácticas para su propia salud mental, será más fácil que exista empatía, además de una atención especial a lo que ocurre con quienes están bajo su guía. El desfase que ocurre en los casos donde no es un tema dentro de la rutina de dirección se puede ver reflejado en datos como los que da la firma McKinsey después de una encuesta entre patrones y trabajadores:

 

      65 % de los jefes dicen que apoyan la salud mental de sus empleados bien o muy bien; 51% de los empleados coinciden con eso.

      71% de los jefes con personal en primeras líneas apoyan la salud de sus empleados bien o muy bien; apenas 27% de los empleados coinciden.

 

La conversación la inician los líderes

 

Si quienes están en los puestos de dirección o gerencia hablan de aspectos de su salud mental naturalmente, con la intención de compartir que enfrentan ciertos retos para mantenerse tranquilos, el resto entenderá que no es un tema prohibido, estigmatizado ni considerado como una debilidad. Eso sí: en el caso de que no sea una práctica ya normalizada en la organización, se debe comenzar con cuidado para evitar entrometerse demasiado en la vida personal de los demás o cometer el error de compartir demasiada información.

 

Las herramientas deben estar a la mano

 

Otra buena idea es buscar entrenamientos, cursos, materiales y otras formas de gestionar la salud mental de las personas dentro de la empresa para quienes están al frente de equipos. Una no será suficiente, puesto que las necesidades no son las mismas para todo un grupo de personas, y se puede correr el riesgo de pasar por alto casos especiales si se adoptan medidas «unitalla» que en papel deberían funcionar en cualquier situación, pero que en la práctica están lejos de cumplir con esa promesa. Este tipo de entrenamientos valen tanto la pena como las oportunidades de capacitación para mejorar las habilidades de cualquier empleo, y es otra manera de darle importancia a la diversidad de perfiles que colaboran en una empresa.

 

Los espacios tienen que abrirse

 

Finalmente, estar al pendiente del bienestar de los colaboradores no debería ser tarea para momentos de crisis únicamente, sino una prioridad dentro del plan a seguir en la rutina diaria. Crear espacios seguros y permitir que la gente comparta sus inquietudes puede ayudar mucho más que dar la solución en unos minutos. La pandemia ha demostrado que el apoyo de otra gente, en menor o mayor medida, es un recurso que a veces se da por sentado, que se extraña solamente cuando la situación impide que haya acercamientos. Así que es buena idea que se permitan charlas, sesiones o momentos, ya sea individuales, en equipo o uno-a-uno, para que los colaboradores tengan oportunidad de identificar qué les causa la dolencia que les impide tener paz, incluso fuera del trabajo, para que sea más eficiente encontrar una solución a su medida.

 

Estos son apenas primeros pasos, pero podrían convertirse en el impulso que arranque un cambio trascendente en la salud de las personas en puestos de liderazgo, colaboradores y la empresa en general. 

 

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