Más allá del 8M y el futuro: por qué la fuerza laboral de las mujeres importa

Más allá del 8M y el futuro: por qué la fuerza laboral de las mujeres importa

por Sandra Zuluaga

 




Simone de Beauvoir ya lo dijo: «Bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados» o, agrego yo, vulnerados. Hoy estamos frente a esa crisis y tenemos que tomar acción ya.

 


En el artículo anterior mencioné el panorama de la fuerza laboral de las mujeres, a propósito de la crisis de la covid-19. Una cosa es cierta: si ya era un terreno de lento avance, la pandemia provocó que el progreso alcanzado se detuviera e iniciara un retroceso a nivel mundial. Ni siquiera en países desarrollados de la Unión Europea se ha evitado el problema. La deserción laboral, la carga de trabajo y el estrés que enfrentan las mujeres son desproporcionados en comparación con la de los hombres, y se pone peor cuando se trata de aquellas que pertenecen a minorías (mujeres racializadas, que pertenecen a la comunidad LGBTQ+, que son inmigrantes en el país donde trabajan, etcétera).

 

Te invito a leer mi artículo  El futuro laboral se construye en la equidad, la horizontalidad y el feminismo


Mientras los números no mienten al mostrar que la situación no ha sido fácil para ningún trabajador o trabajadora, también hay datos que ponen en evidencia que los problemas que enfrentan las mujeres recordaron que la brecha de género está lejos de librarse.

 

El empleo total (formal e informal) de las mujeres registra una mayor caída y una recuperación más lenta en países como México: en abril de 2020 se perdió un 24 por ciento contra el 22 por ciento del empleo de hombres, pero para julio se mantenía en el 16 por ciento para las mujeres y casi un 6 por ciento para los hombres. Para las que se han mantenido en sus ocupaciones laborales en este último año han aumentado las presiones. Un estudio de McKinseymuestra que las mujeres se sienten más exhaustas, excluidas de los aspectos importantes de su empresa, más presionadas por el trabajo.

 

Para pensar en soluciones a este problema, primero debemos poner atención en lo que lo causa: 

 

      El trabajo de las mujeres no es apreciado: la cantidad de mujeres en puestos de dirección es menor que la de los hombres (en 2020, al menos en Estados Unidos, apenas el 21 por ciento de los puestos directivos eran de mujeres, según un estudio de McKinsey); la brecha salarial afecta el pago de sueldos.

      Los puestos que más ocupan las mujeres son los relacionados con atención y contacto directo con personas (como enfermeras), la industria de la hospitalidad y el ocio que han sufrido grandes daños a su economía por la pandemia.

      Las actividades de cuidado en casa siguen recayendo en las mujeres, incluso cuando hay una pareja en casa.

 

Por eso se puede hablar de una shecession (recesión económica que afecta más a las mujeres que a los hombres),  pues la fuerza laboral de las mujeres ha visto un retroceso que se calcula entre 10 y 30 años de progreso que ya se había alcanzado hasta inicios de 2020. Esto no solo tiene efectos nefastos en la vida profesional de la mitad de la población mundial, sino que también impacta de manera negativa al producto interno bruto. 

 

Algunas predicciones del Bank of America dicen que, si se librara la brecha salarial que existe entre hombres y mujeres, se agregarían entre 12 y 28 billones de dólares al PIB mundial para 2025. Por otro lado, el Banco Mundial advierte que, de seguir esta tendencia en las remuneraciones, el mundo tendría «unas pérdidas de 160 billones de dólares o que al ritmo actual tardaremos 257 años en suturar la herida económica». ¿Cuáles podrían ser las soluciones? Los profesionales de recursos humanos estamos involucrados profundamente.

 

Flexibilidad en las empresas

 

La novedad de combinar el trabajo presencial con el remoto ya quedó tan atrás que es una realidad ya establecida en muchas empresas. Cuando se habla de flexibilidad también debe tomarse en cuenta la situación de cada trabajadora y la forma en que tiene que ajustarse para cumplir con las metas que se le exigen. Situaciones relacionadas con la salud mental o física, el contexto social en el que se desenvuelve, sus potencialidades y debilidades: todo cuenta. Esto se logra con empatía y una apertura que permita que las empleadas, del nivel que sean, tengan confianza de compartir sus circunstancias para lograr un punto medio que beneficie a ambos lados.

 

Programas de capacitación para reincorporarse a la fuerza laboral

 

Esta es una herramienta muy valiosa, si tomamos en cuenta que es imposible regresar el tiempo para evitar que las mujeres decidan poner en pausa su carrera profesional o, de plano, abandonarla para ocuparse del hogar o de las personas que dependen de sus cuidados. Ya he comentado que la tecnología está transformando la forma en que se configuraron muchos puestos dentro de la empresa: lo mismo debe suceder con las personas que se ocupan de ellos. Así como hay adecuaciones en la estructura de la organización, deben crearse espacios para que las mujeres regresen con nuevos conocimientos y habilidades que exigen la época después de la pandemia.

 

Apoyo a las madres

 

Ya es momento de olvidarnos que el pago de guarderías, espacios para amamantar, tiempo suficiente para recuperarse después del parto (y según las circunstancias del mismo), entre otros, no deberían ser «prestaciones extra» ni privilegios. Esto aplica también cuando se trata de la pareja, pues también debería contar con tiempo para adaptarse a la nueva dinámica de cuidados, y que esta se pueda repartir entre los dos. 

 

Esfuerzos para la diversidad, equidad e inclusión reales

 

Adiós a «siempre ha sido así». Durante años han sido las trabajadoras las que se han adaptado a los modelos creados por una fuerza laboral masculina (además de heterosexual, dominantemente blanca) con puntos de vista misóginos. Si no se aprovecha este momento coyuntural en el mundo, el camino que mejore las condiciones de las trabajadoras se volverá más lento, empinado y lleno de obstáculos.

 

Como ya mencioné, esto no solo afecta los derechos laborales (y humanos) de las mujeres, pone en riesgo el desarrollo económico mundial. McKinsey dice que, si no se actúa desde ya para corregir este volantazo en el aspecto laboral de las mujeres, podría reducir el crecimiento del PIB mundial en al menos un trillón de dólares. Si el bienestar de las mujeres, su desarrollo y aportación valiosa al mundo laboral no es lo que interesa para poner las acciones en movimiento, quizá el asunto económico sí lo sea.

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