Así que dices que odias tu trabajo
“Si el puesto del que quieres renunciar hoy no te abona a tu felicidad, dale oportunidad a otro que sí lo haga aunque no sea tan glamoroso, espectacular o ‘prestigioso’”.
Levantarte a tiempo es un esfuerzo sobrehumano. Las tareas diarias te parecen anodinas. Las personas a tu alrededor te hacen el día más miserable y ya no respetas a tus superiores. Este viernes, cuando te reúnas de nuevo con tus amigos al final de la jornada, dirás lo mismo: “Nada más me paguen la quincena, renuncio”. Pero no lo harás, y el ciclo comenzará de nuevo, el siguiente lunes.
Lo entiendo: estás harto de tu trabajo. De la misma manera que antes había un impulso que te hacía llegar temprano, colaborar con entusiasmo y entregar grandes resultados, ahora perdiste motivación, comienzas a bajar tu rendimiento y corres el riesgo de sufrir depresión, estrés y ansiedad. Es decir, también daña tu salud física y mental, según algunos estudios de Healthline y Staffing Proxy.
¿En verdad es tan fácil renunciar? En mi experiencia en el ámbito de capital humano, este es un proceso que implica mucho más que avisarle a tu jefe cuándo es el último día que te vas a presentar; también contempla las razones que llevan a esa decisión.
Cuándo renunciar
Sin la intención de minimizar las ganas que tienes de alejarte de un espacio en donde no eres feliz, la solución no tiene que ser renunciar, sino más bien negociar. Por ejemplo, si la causa de la inconformidad se puede remediar si platicas con tus superiores: aumento de salario, horario más flexible, oportunidades de capacitación, ganas de tomar más responsabilidades.
Dicho esto, es posible que renunciar sí es la respuesta en estos escenarios:
● Te diste cuenta de que no podrás crecer más. No importa el tiempo que inviertas, tus buenos resultados, las innovaciones que has inyectado a tu equipo porque el esposo de la dueña siempre será el director de tu área. Más vale aceptar hasta dónde será posible llegar.
● El ambiente se ha vuelto muy tóxico y violento. De unos meses a la fecha la oficina ya no se siente como un espacio seguro. Si bien es cierto que personas complicadas hay en todos lados, es importante marcar un límite en lo que podemos tolerar sin hacer daño a nuestra salud mental.
● Ya no te identificas con la cultura de la empresa. Lo que te atraía al inicio de tu carrera ahí ya no existe, y según los números que llegan de los reportes, no hay intención de regresar a ese punto. A nadie le gusta trabajar donde le avergüenza decirle a los demás.
● Tienes la oportunidad de seguir nuevos objetivos. La vida te puso otras oportunidades que muestran un potencial mucho más emocionante que lo que ya haces. Si a eso le sumas que ya no estás agusto en tu trabajo, entonces tienes la señal que estabas esperando.
Pero no siempre será sencillo decirle adiós. Para no estancarte en un sitio donde no eres feliz, reconoce por qué, a pesar de todo, no lo haces.
¿Por qué no renuncias?
Es una pregunta legítima y que vale la pena que analices para encontrar una solución a esta frustrante situación.
● Porque sientes lealtad por la empresa. Creo que vale la pena preguntarte si fuera el caso contrario: ¿la empresa dudaría en correrte si ya no le dieras el rendimiento deseado o no figuras con sus planes a futuro?
● Porque no quieres que te vean como alguien que se rinde. Si te vas, ¿demuestras que no contabas con lo necesario para el puesto? Una cosa es no contar con las habilidades, otra aguantar malas condiciones de trabajo.
● Porque no sabes si podrás volver a empezar. La zona de confort puede ser peligrosa para el crecimiento de una persona, pero al final de cuentas es cómoda porque da una certidumbre (aunque mínima), y a veces se siente que tienes todo en contra para encontrar otro empleo: tu edad, habilidades en nuevas herramientas, contactos, talento.
Mi consejo, cuando alguien no está a gusto en su trabajo, es buscar nuevos horizontes, sobre todo si hay un entorno que no favorece su crecimiento profesional y salud mental. Sin embargo, entiendo que hay momentos en que soltar un sueldo seguro no es la estrategia más lógica en el momento, y en esos casos hay maneras de lidiar con la situación.
Qué hacer si no puedes renunciar (todavía)
Aprovecha tu empleo actual para pulir tu currículo
Usa tu tiempo ganando experiencia en tu campo. Anótate en los cursos que la empresa ofrezca para ejercitar o ganar nuevas habilidades. Súmate a los proyectos que podrían lucir mejor entre tu listado de tareas para el futuro.
Convierte a tus compañeros más conflictivos en conejillos de indias
Para crecer tus habilidades con otras personas, las menos agradables son el verdadero reto. Si tu intención es llegar a puestos con más responsabilidades, eso también implica dirigir a equipos con personas muy distintas y algunas veces de trato difícil. Si lo logras con los menos cooperativos de tu actual empleo, el cielo será el límite.
Aprende más de ti y lo que buscas
Navegar en condiciones así de complejas nos ayuda a encontrar métodos para salir a flote. Esto no quiere decir que tengas que quedarte en un trabajo que no te gusta durante un tiempo indefinido, sino que más bien enfrentes el rato que ahí te queda para aprender más sobre resiliencia, cómo resolver crisis en el trabajo y encontrar la salida a problemas.
Si eres consciente de tu situación laboral, entonces lograrás hacer un plan de acción, ponerlo en marcha y alcanzar la meta de renunciar en mejores condiciones. Cuando estés ahí, te recomiendo pensar en lo siguiente para que no quemes las naves si no es necesario.
Cómo renunciar con éxito
● Avisa con tiempo. Las dos semanas de gracia no son una obligación, pero sí una deferencia para que tu puesto pueda cubrirse de forma más fluida. Si hay oportunidad de que capacites a tu reemplazo y dejes un documento con los pendientes o dinámicas de trabajo, es aún mejor.
● Dile a tu superior antes que a los demás. Si la persona que está a tu cargo se entera por comentarios de otra gente, es posible que no lo tome con mucha filosofía. Una vez que ya tienes la decisión tomada, comparte la noticia con la gente pertinente, luego con tu mejor amiga de la oficina.
● Utiliza la diplomacia cuando expliques por qué te vas. No digo que mientas ni que cuentes todos tus secretos, pero considera que pronto sabrán por tus redes sociales que quizá te unes a la competencia o que una de las razones de tu partida es su ambiente tóxico. Mejor busca cómo explicar mejor tu decisión de manera transparente, y respetuosa.
● Sé flexible. Quizá tus últimos días en la empresa pueden aprovecharse en otras actividades que ya no incluyen juntas de propuestas para nuevos proyectos o ciertas actividades con tus futuros ex-compañeros. Habla con tus superiores para encontrar cómo usar tu tiempo para el beneficio de ambos lados.
Una de mis citas favoritas de la escritora Toni Morrison dice “No eres el trabajo que haces, eres la persona que eres”, así que no te definas a partir de una actividad económica que no refleja la totalidad de tus cualidades, talentos y habilidades. Si el puesto del que quieres renunciar hoy te provoca infelicidad, dale oportunidad a otro que sí lo haga aunque no sea tan “prestigioso”. Es, después de todo, solo un trabajo.
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