De pie, a pesar de todo: hacer de la resiliencia la mejor arma de la empresa

Por Sandra Zuluaga R. 


La persona más valiosa que una empresa puede tener no es la que sea infalible, sino la que sepa levantarse después de una mala racha, porque gracias a ella la organización seguirá operando.

Las personas tenemos que enfrentarnos a momentos difíciles todo el tiempo. Y en muchas ocasiones no nos damos cuenta de lo fuerte que podemos ser hasta que hacemos un ejercicio de memoria y recordamos esas situaciones que se sentían imposibles de superar. Si soy honesta, a veces me sorprende que yo misma lo haya logrado; pero hasta mi hermana lo dice: soy como un gato, que cada vez que lo avientas al vacío, siempre aterriza sobre sus patas (Te tirán del edificio más alto y siempre caes de pie!). Creo que en realidad toda la gente somos así, aunque en ocasiones lo olvidamos.

Esta resiliencia y capacidad de reconstruirnos nos empuja a recuperarnos de un duelo, a superar una separación, a buscar una nueva opción cuando perdemos un trabajo. Es, además, lo que pone a prueba las capacidades de alguien que debe resolver un problema inesperado. En algunos estudios se ha identificado que existe un tipo de estrés bueno, o positivo, que empuja a las personas a retar sus habilidades y encontrar nuevas formas, más creativas, para resolver un problema. Es la respuesta ante una crisis laboral, que activa las reacciones de alerta en el cerebro, y cuyos resultados se reflejan en la gente que trabaja en la empresa y en la organización misma, gracias a lo aprendido.

Por eso es importante que los profesionales de recursos humanos tengamos muy presente que la sobrevivencia de nuestro entorno de trabajo depende mucho de la resiliencia de sus empleados y de cómo se fomenta desde los directivos. ¿Esta habilidad se puede enseñar y ejercitar? Definitivamente. Lo importante es encontrar cómo convertirla en uno de los valores de la empresa, para que permee todas las áreas y las actividades que el personal realiza.

Qué significa ser resiliente?

En el contexto laboral, sobre todo uno como el que tenemos ahora, que no disminuye su ritmo y que está en cambio constante, la resiliencia es algo más que aguantar las dificultades. Es una habilidad fundamental que ayuda a las personas a enfrentar obstáculos, recuperarse de los errores y adaptarse a situaciones impredecibles, al mismo tiempo que mantienen un buen desempeño.

Decirlo así da la impresión de que es un súper poder, sin embargo, como ya lo mencioné al inicio de este artículo, es más común de lo que imaginamos, solo que no siempre lo identificamos como una característica que se pueda enumerar junto a otras de nuestro currículo. Ya es momento de hacerlo, porque a cualquier empresa le conviene sumar talento con este perfil. Y al mismo tiempo, las empresas que reconocen su importancia deben fomentar un entorno en donde se refuerce esta capacidad.

Es primordial comprender que los equipos resilientes no son aquellos que nunca fallan, sino los que mejor gestionan las crisis. 

Pero para que esto sea posible, hay que fomentar un espacio laboral en donde haya espacio suficiente para resolver esas crisis y otro para recuperar fuerzas. ¿Ese estrés saludable que mencioné antes? Deja de serlo cuando la tensión es continua, lo que provoca estragos en la salud, burnout y desmotivación en el trabajo. Así que vale la pena pensar en la resiliencia como un elemento que complementa la salud del personal.

Cómo convertir a la resiliencia en uno de los valores de la empresa

Dedicar tiempo a tareas laborales específicas. Así como apartamos una hora del día para concentrarnos en realizar una actividad física, funciona destinar un espacio de la agenda a una tarea, sobre todo si exige mucha concentración de nuestra parte, como negociar el contrato de un nuevo cliente, porque ser multitasking cuando está de por medio tomar decisiones difíciles o que requieren análisis muy enfocados no siempre trae los mejores resultados.

Dar espacio para recuperarse. Y no me refiero únicamente después de un momento de mucho estrés, hablo de permitir que las personas tomen varios respiros a lo largo del día. Sabemos que la concentración no es continua durante el turno de 8 horas, y que la mente funciona mejor si se le da la oportunidad de distraerse. En un estudio compartido en un artículo de la Harvard Business Review, se encontró que violinistas profesionales y muy virtuosos tienen prácticas que no pasan de los 90 minutos, a las que le siguen pausas para descansar. 

Establecer metas realistas. Cualquiera sabe que los objetivos siempre apuntan a mejorar el desempeño de la empresa en todas sus áreas y niveles, a la par de las personas que trabajan en ella. Pero decirlo así no ayuda porque no plantea un destino tangible o medible: ¿qué significa un mejor desempeño? ¿por dónde se puede empezar a lograrlo? Dividir una tarea grande en otras más pequeñas permite construir una guía más clara, porque para llegar del punto A al Z hay que tocar el B, el C, el D, y es posible que algunos de ellos tengan diferentes niveles de exigencia, desde dedicarle más tiempo para entender cuál solución es la que necesita para seguir avanzando, hasta quizá cambiar la estrategia a partir de ese momento.

Promover la flexibilidad. Desde los puestos de dirección debe ser muy claro que hay una mentalidad abierta y que se vale cometer errores, explorar nuevos caminos, adoptar herramientas que significan más retos pero también mejores resultados, porque esta apertura va a ser clave si el día de mañana la empresa tiene que dar un brusco giro de timón para mantenerse en su industria. 

No olvidar la empatía. Las historias de gente que supera momentos difíciles en completa soledad pueden ser buen material para una historia de ficción, pero en la vida real la conexión que hacemos con colegas y nuestro círculo cercano es lo que define qué tan bien salimos del otro lado. Incluso la CEO más dura ha tenido momentos de vulnerabilidad en su trabajo, así que no tiene caso fingir que no se entiende que alguien de sus equipos esté pasando por un momento similar. Escuchar las inquietudes del personal, ofrecer consejo y compartir experiencias hacen mucho más que mostrarse incólume.

Sé que muchos de los obstáculos que pude librar me han hecho más fuerte y más sabia. Por eso quiero compartir con los demás esas fortalezas, habilidades y aprendizajes que pueden nutrir a los equipos con los que trabajo. Y mi meta es que sea recíproco, porque la resiliencia, la capacidad de reinventarse o levantarse en el peor de los tiempos es lo que ayuda a las personas y las empresas donde trabajan a que sigan creciendo, a pesar de todo.








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